Treinta años de carrera han sido más que suficientes para que Miguel Bosé muestre la madera de la que está hecho y se haya consolidado desde hace mucho como una de las grandes estrellas pop del panorama musical español.
Miguel Luchino González Borlani -su nombre real- es garantía prácticamente de todo. Altas ventas, números uno, giras exitosas y multitudes que pelean por un boleto donde quiera que se presente.
Esta semana lo volvió a confirmar. Bosé recibió esta semana cuatro discos de platino por las ventas de Papito, y el primero del mismo metal por Papitour. Esto, hace al menos una década hubiera sido cualquier cosa, pero en los tiempos en los que industria discográfica hace estragos a consecuencia de la piratería, es completamente meritorio.
Pese a su paso arrollador, me parece que Bosé comienza a quedarse en el pasado, sus discos empiezan a ser repeticiones insistentes y sus canciones, clones de beats exitosos.
No es de extrañar si consideramos que las dos últimas ocasiones que intentó innovar simplemente, en términos taurinos, pinchó. Por vos muero apenas y pasó la prueba de los estantes y Velvetina simplemente fue desechado por la masa que sigue al cantante nacido en Panamá.
Si a todo esto sumamos que sus últimas verdaderas creaciones datan de Sereno (2002) y antes de Laberinto (1995) nos encontramos con un cantante y letrista anclado en sus éxitos de antaño, pero nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario